Tal como publicábamos en un post hace dos semanas, el ministro de Fomento anunció la inauguración dentro de seis meses del tren de Alta Velocidad gallego, que unirá Orense con La Coruña y Santiago de Compostela. Será el próximo invierno, el 10 de diciembre, según explicó José Blanco desde el viaducto del río Ulla.
La línea gallega constará de un total de 145 kilómetros construidos en un tiempo récord: dos años. Una infraestructura en la que se han invertido 4.400 millones de euros (la mayor parte en los dos tramos: 2.200 para el trayecto Orense-Santiago y 1.100 para el Santiago-La Coruña) y que nace rodeada de cierta polémica, no sólo por los costes en un contexto de crisis económica que había llevado al propio ministro a anunciar mayor exigencia en la selección de proyectos dentro del plan de austeridad, dándose el hecho de que la comunidad beneficiada es la suya natal, sino por las propias características de este tendido AVE.
En efecto, según la Unión Internacional de Ferrocarriles, para merecer tal nombre debería superar los 200 kilómetros por hora en línea ya existente o 250 en en línea específica. Sin embargo el único tramo nuevo es el Orense-Santiago de Compostela, de 87,1 kilómetros de longitud, siendo el resto hasta La Coruña una reforma del existente. Además, con estas mejoras el Avant S-121 previsto sólo podrá incrementar 50 kilómetros/hora sobre los 150 anteriores, lo que dejará el máximo total en 200. Este modelo tiene capacidad para alcanzar los 250 kilómetros/hora pero tendrá que esperar hasta 2015.
Eso sí, los pasajeros se ahorrarán una hora desde la capital gallega hasta Madrid (menos de 3 durará el viaje). Pero los más críticos insisten en el tema de la falta de rentabilidad: para conseguir serían necesarios tramos de un mínimo de 500 kilómetros que frecuentaran 6 millones de usuarios anuales, cifras muy alejadas a las previstas para el AVE gallego.