Este es un tema que ya tratamos tangencialmente en una entrada pasada pero que es probablemente uno de los más importantes, e incluso polémicos, a la hora de pensar en el transporte tradicional y el paso a sus nuevas modalidades. Se trata del ahorro de energía y, con él, del cuidado del ambiente y la ecología.
Es obvio que existe una diferencia muy clara entre el uso de carburantes tradicionales como la gasolina y el diésel y el de la energía eléctrica que usan, entre otros, la mayoría de los trenes de Alta Velocidad. Diferencias en ahorro material por el costo que ellos tienen pero también, y sobre todo, por su impacto en el medio ambiente.
Renfe ha anunciado que para el 2020 habrá una diferencia del 57% en la emisión de CO2 con respecto a la de 1990 y todo ello gracias al incremento en el uso de los trenes AVE y por la optimización de sus equipos que hace que el consumo de energía sea cada vez menor.
Es obvio que en la década de los 90 eran muy pocos los pasajeros que usaban el AVE. Con el aumento de las rutas el número de viajeros que optan ahora por hacer sus reservaciones de Tren de Alta Velocidad y dejar el coche y/o el avión para trasladarse de una ciudad a otra, es cada vez mayor.
Por otro lado, la ingeniería y el diseño de los trenes hace que paulatinamente el consumo de energía eléctrica sea cada vez menor, aunque a veces deban sacrificar algo de velocidad para conseguirlo. El Plan de Eficiencia Energética de Renfe busca disminuir este año 15% de sus consumos energéticos y para el año próximo 30% adicional.
Es mucho lo que hay que hacer al respecto, pero ver que algunos ya empiezan a hacer cosas concretas, inspira optimismo.
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