Todos los trenes AVE que circulan por territorio español están estrechamente vigilados. Prácticamente se puede decir que no experimentarán ninguna incidencia sin que se tenga noticia de ella al poco de ocurrir o, incluso, antes.
Ello es posible gracias al CCO, siglas que definen al Centro de Control de Operaciones de Alta Velocidad y Largo Recorrido. Se trata de una oficina ubicada en la renovada estación Puerta de Atocha de Madrid (aunque en 2007 se inauguró otra en Barcelona) en la que un grupo de operarios maneja un complejo sistema informático y audiovisual que realiza un seguimiento continuo de todos los trenes de estas características, de manera similar a la estación de seguimiento de la NASA en Houston cuando hay una misión espacial. Algo absolutamente necesario si se tiene en cuenta que diariamente circulan más de 300 trenes.
El CCO está compuesto por cinco mesas. Cada una de ellas tiene asignada la coordinación de uno de los cinco corredores en que se divide el territorio nacional: Nordeste, Norte, Este-Mediterráneo, Sur y Transversales. Docenas de monitores, ordenadores y grandes pantallas en la pared dominan el ambiente. Los técnicos disponen así de información sobre horarios, retrasos, disponibilidad de trenes de recambio en emergencias, etc. Buena parte de la bien ganada puntualidad del AVE se debe a esto, pues los trenes incorporan un GPS que les permite estar localizados en el mapa en todo momento, informando además de su velocidad.
El nombre propio de todo este tinglado es Copérnico, el programa informático que suministra casi todos los datos posibles del servicio. A medianoche, la información del día es archivada para luego someterla a análisis y sacar conclusiones.
Y, por si falla algo, queda el recurso del contacto directo. Cada tren está comunicado con el CCO a través de um sistema de telefonía denominado GSM-R, que permite contactar con el conductor. Nada queda al azar.
