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  •   4 min lectura

Un nuevo relato de Yola, nuestra viajera alrededor del mundo. Esta vez cara a cara con un gran tiburón blanco!!!

Puedes seguirla a través de este mapa y tener más información sobre su viaje en su Blog.

Me dijeron por teléfono que me recogerían a las 04:30. Puse mi despertador a las 04:00. Me levanté entusiasmada pero, a las 04:05 recibo una llamada que me dice que el bus me está esperando!!!!

Pies en polvorosa, menos mal que dejé todo preparado anoche. En seis minutos estaba en el bus, donde el madrugador conductor (que se disculpó por el adelanto) y otra pareja me esperaban.

Por el camino recogimos a otros cuatro viajeros. En dos horas largas de minibús estábamos desayunando en Gans Bay (Gansbaai en africaans). Esplicaciones previas de cómo funciona todo; el papel que tiene cada uno de la tripulación en el barco, los alimentos y bebidas de libre disposición durante la travesía, el salvavidas, vomitar por la borda, bla, bla, bla.

Nos colocan el chaleco y subimos al barco. Se ven caras de emoción o otras de temor. Algunas de ellas van palideciendo según nos adentramos en el océano. La lancha va a todo trato y las olas son grandes, era realmente dificil no marearse, aunque sea un poquillo. Llegados a los alrededores de Dyer Island (a unos 10km del puerto). Fondeamos. Somos los primeros, el madrugón servirá de algo.

Empiezan a echar el “cebo de llamada”, que no es más que restos/trozos de pez machacados con agua del océano, y lo echan a cubos alrededor del barco, sobre por estribor, donde más tarde colocarán la jaula.

Hace frío, todavía no ha amanecido del todo, pero está nublado y hace aire.

Parece que lo del mareillo mejora, ahora que estamos fondeados. Arriba del todo se pasa, porque da el airecillo. Aunque el capi nos ha dicho que si nos encontramos mal no subamos que es peor. Yo tenía entendido lo contraría, que es peor abajo. Y efectivamente, arriba me sentía mucho mejor, pero claro, el espectáculo también me mantenía más distraida.

Todos los ojos están clavados en el agua. Todos le estamos esperando, y todos quieren ser el primero en verlo. Pero hay tantas cosas que distraen mi mente.

Sé que detrás de esas nubes hay un sol que se está levantando, y las va a decir que se marchen, para que podamos verlo bien. En el horizonte, por babor, las nubes están descargando agua con toda su fuerza. Me encanta ver ese manto gris que cuelga del cielo blanco, y los rayos que intentan abrirse camino entre las cortinas de agua.

El cebo no sólo llama a los peces claro. Muchas aves, gaviotas y cormoranes principalmente, vienen a por su desayo. Se aproximan, tantean el terreno y se lanzan enpicado a recoger ese trocito de alimento. Una y otra vez. Van y vienen con sus alas extendidas. Dejando esa sensación de libertad tras su vuelo.

Uno de los voluntarios interrumpe mis divagaciones ambientales para decirme que si voy a meterme en la jaula me tengo que poner el neopreno ya, porque si viene el bicho no me va a dar tiempo.

Qué horror, ¿no podría yo bajar en bikini? si estoy dentro de la jaula!!. El agua está demasiado fría dicen: “si eres capaz de meterte sin neopreno, aguantas 5 minutos“. Puff, embutirse en eso es peor que las fajas de las abuelas o las medias para la circulación, lo prometo. Además está mojado, con lo que se dificulta más la tarea. Una media hora habré tardado en meterme ahí adentro. Cuando ya parecía el muñeco de Michelín, pero en negro, veo los botines. ¡¡¡Pero eso también!!! A ver quién es ahora el guapo que dobla la visabra para ponerse los botines. Al final, con cierta dificultad, pero pude hacerlo. Sigo diciendo que eso es un espanto y que nos separa de la naturaleza. Imagina en lo que estoy pensando, practicado con semejante indumentaria, antinatural, no crees?

De aquella manera, consigo volver arriba, que entre bajar, el aire, las olas y los movimientos para “vestirme”, otra vez se me va la pinza. Ya no tengo cámara de fotos, así que solo queda esperar, mirando al inmenso verde esmeralda.

Se disponen a descolgar la jaula. La dejan entrar en el agua y luego la ponen, pegada al casco, en estribor. Y con la parte superior fuera, sobre la superficie. El espacio suficiente para sacar la cabeza del agua y respirar.

No te aseguran que vayas a tener oportunidad de verlos, aunque yo creo que lo dicen para cubrirse las espaldas. Y nos cuentan que a veces viene rápidamente y otras veces tardan horas. Yo suponía que dependería del hambre que tubiesen pero me equivocaba, creo que no tienen demasiada hambre. Controlan la comida que les dan, es decir, depende del día de la semana les dejan que se coman el cebo o no. Así, por un lado no es comida segura y por otro no los tienen cebados, para engañarles y que vengan siempre.

Una chica grita!! Dónde, no lo veo!! Ah, noooooo, era un alga. Muchacha, asegúrate primero leñe. A la segunda si fue. Los avistó uno de los voluntarios que nos acompañan. Dos estupendas aletas, asomando sobre el agua, se acercaban al barco.

Bien, es el momento, todos a la jaula!! De nuevo explicaciones de dónde, cómo y cuando poner pies y manos, y adentro. Echan el auténtico cebo, un enorme trozo de pez, tipo atún, atado a una soga. Lo echan justo delante de la jaula para que podamos ver hasta el higadillo del animal, cuando abre esa bocaza que tiene.

Y si, se les ve. Se les ve muy cerca. Vamos que si tuvieran escamas se les podrían contar, igual que los dientes. Es alucinante cómo se pasean por delante de nosotros, como si no estuvieramos allí admirándoles. Los pobres solo vienen a comer y claro, igual que el burrito de las viñetas, con la zanahoria delante. Tiran el cebo y cuando se está acercando lo van recogiendo, aunque alguna vez no les da tiempo (o se lo dejan) y el animal pilla y se pone tan contento.
La verdad es que parece que hasta sonríen, con la cara de malos que tienen!! Creo que ya lo tenemos tan asociado al cine, que hemos perdido un poco el norte con el tema agresividad de los tiburones. No dejan de ser otro depredador más, que caza y se defiende si se siente atacado.

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Al pasar tan cerca de la jaula, a veces se tropiezan con ella, con una aleta o la cola, pero ni mucho menos la atacan. No sabría decir los metros que tenían, porque estaba emocionada, ni siquiera me dí cuenta que había salido el sol para aclarar el día. Ni si quiera sabría decir si el agua era fría o cálida. Estaba disfrutando del Gran Tiburón Blanco en su habitat y lo demás no importaba nada.

Yo diría que el mayor de todos era como dos jaulas, pero igual exagero. Además las gafas de bucear tienen aumento, con lo que ni idea.

Otra experiencia que realmente merece la pena.

Un comentario a “El gran tiburón blanco

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