Anteayer, miércoles 15 de diciembre, se inauguró el AVE que une Madrid con Cuenca y Albacete en un acto al que asistieron los Príncipes de Asturias, el presidente de las Cortes, el ministro de Fomento y los presidentes de las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha. Fue un trayecto sin presencia extra de medios de comunicación porque, en palabras de un portavoz de la empresa ferroviaria, “RENFE ya ha hecho numerosos viajes promocionales para periodistas”. Algo consecuente con la política de austeridad impuesta para las ceremonias oficiales de un tiempo a esta parte.
El acto inaugural duró 40 minutos mientras que el recorrido, que partió a las 14:30 de la estación albaceteña de Los Llanos en dirección a la capital de España, llevó una hora y 30 minutos, llegando con adelanto respecto al horario previsto. Quizá porque en los doce vagones, con capacidad total para 365 personas, apenas iban 160 pasajeros y las paradas fueron rápidas. Entre esos viajeros figuraban los príncipes, que estuvieron en clase Preferente.
En la estación Fernando Zóbel de Cuenca el príncipe Felipe descubrió una placa conmemorativa y dejó unas palabras para la posteridad: “La Alta Velocidad nos da prestigio internacional y potencia la imagen de la marca España de manera tangible y duradera”. También José María Barreda y Esperanza Aguirre hablaron para hacer referencia a la cohesión territorial y la capacidad vertebradora del AVE. Al menos para Castilla-La Mancha, pues todas sus capitales provinciales están ya conectadas por Alta Velocidad.
Me sorprende que los medios se hagan eco de esta noticia y le den tanto bombo, pero que no podamos encontrar ni una sola señal que indique cómo llegar a la nueva y recién inaugurada estación del AVE.