Entre 1929 y 1993, en plena época de la Gran Depresión en EEUU, el cine adquirió un protagonismo esencial. A su favor tenía dos grandes factores: su capacidad para la evasión y el recreo, y unos precios populares aptos para todos los bolsillos. El problema era que no todos los espectadores podían permitirse una buena alimentación y, si se deseaba atraer a público a las salas durante la proyección de sesiones dobles, había que facilitarles un alimento capaz de saciar su apetito y no vaciar sus bolsillos.
Los cacahuetes tenían en su contra los desperdicios de sus cáscaras mientras que los caramelos no ofrecían un buen margen de beneficio a los propietarios de los cines. ¿La solución? Un producto del cual los Estados Unidos poseyeran una abundante materia prima y que dejase un buen beneficio a los vendedores sin que el precio de venta supusiera un imposible para los consumidores… ¡El Maíz! O, lo que es lo mismo: Las Palomitas de ídem.
El consumo de las Palomitas se fue extendiendo alrededor de las salas de proyección de todo el mundo y su imperio internacional, como primer alimento de consumo en las salas de cine, se ha mantenido intacto durante más de 80 años. No obstante, los hábitos alimenticios están cambiando. Hoy en día, más que nunca, existe una preocupación generalizada por la alimentación y sus beneficios o perjuicios en la salud de las personas. No en vano, el propio presidente de Sony Pictures llegó a proponer a los exhibidores que incluyeran en su oferta snacks más saludables como yogures o copas de frutas.
El jamón de bellota, la auténtica revolución del eine español
Varios son los cines en el mundo que ya muestran alternativas a las tradicionales palomitas, aunque creemos que pocos son los que han incluido en su oferta auténtico jamón de bellota. La reivindicación de este alimento, tan sano como autóctono, ha comenzado en Barcelona, y ya son cuatro las salas que lo comercializan, cortado en taquitos, y servidos en unos rígidos conos de bambú.
El impulsor de esta original iniciativa en Enrique Tomás, propietario de la empresa del mismo nombre, que cuenta en su haber con 43 tiendas especializadas en la comercialización del jamón, repartidas en la ciudad condal. Pese a poseer una idea tan pionera como atractiva para los estómagos más exigentes, seguro que no podrá impedir que surjan imitadores, competidores o emprendedores con alternativas igual de originales.
Lo que no le podrán arrebatar nunca es la iniciativa de haber llevado a las salas de cine un alimento tan jugoso que hasta ahora solo podía encontrarse en charcuterías, tiendas especializadas o en alguna tienda gourmet. ¿Quién sabe? Tal vez en un futuro próximo descubramos que esta es una manera de atraer turismo hacia nuestras salas de cine y así revitalizar este sector cultural. Será el momento entonces de reponer Jamón, jamón en la gran pantalla. ¡Bon appétit!
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