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  •   4 min lectura

La última aventura de Yola, nuestra viajera alrededor del mundo….. Sigue así !

Regreso por el camino interior, donde puedo sentarme al sol para almorzar algo y secarme.

Frente a la entrada hay un pequeño mercado de puestecillos de artesanía, donde tanto vendedores, como taxistas se empeñan en hacerse con el contenido de tu monedero.

La situación del país obliga a hacer un ejercicio de empatía. Declino la opción de caminar para conocer la ciudad, Victoria Falls (o Vic Falls, que dicen aquí) y cojo un taxi, después de un arduo regateo.

Vic Falls se creó única y exclusivamente para el turismo, no es que tenga gran cosa, pero esta gente necesita sobrevivir. Primero me lleva al Big Tree, que efectivamente es un gran arbol. Exactamente un Baobab milenario. Luego vuelta por la pequeña ciudad (que yo llamaría pueblo).

Realmente parece una “ciudad fantasma”. Pequeños edificios y casas abandonados, tiendas y gasolineras cerradas. Tienen que ir a Botswana a comprar la gasolina. Si, Zambia les pilla más cerca, pero el visado cuesta dinero y en Botswana es gratis. Realmente el gobierno les tiene muy racionados, y hace especial boicot al turismo, que ha descendedio enormemente.

Por último regresamos al mercado de artesanía. Me da un billete y… ¡¡¡ahora soy trillonaria!!! Otro de los sueños de cualquier ser humano. Es el último billete impreso y es de CIEN TRILLONES de dólares zimbabwenses (100.000.000.000.000 ZWD), que vienen a ser unos 0’50€. Sencillamente increible. (Actualización: Acabo de leer en las noticias que el gobierno de Zimbabwe, el pasado 2 de Febrero, redenominó el dollar zibabwense en una tasa de 1.000.000.000.000 ZWD = 1 ZWD.Es decir que un trillón de dolares se convierte en un solo dolar. Me alegro por ellos, y ahora entiendo porqué regalan los bielletes de trillones de ZWD).

Inicio mi caminata de regreso hacia la frontera. Entre el rugido de las cataratas y los motores de camiones escucho unas voces: “Venga Yola, ven, anímate!!!”

Se que tengo que volver a cruzar el puente, y tengo tantas ganas.

“Yola, la vida solo se vive una vez. Y si por lo que sea no llegas a Ciudad el Cabo?”

Joer, pero es que yo quería probar allí, por ser mi primera vez, por si se me quitan las ganas de repetir.

“Ya pero aquí es más barato. Te mueres de envidia cuando ves el salto de los demás en sus vídeos. Venga salta!! El día de mañana solo te arrepentirás de lo que NO has hecho en la vida”

Miro, observo a otros como saltan y la cara que tienen cuando suben, escucho sus comentarios. Tengo tantas ganas.

Las gomas están un poco raidas, pero parecen resistentes. Todos comentan lo emocionante de la experiencia, y todos suben diciendo que repetirían. El colmo fue el salto de un hombre que rondaba los 60, el brillo de sus ojos cuando subió, el cambio en la expresión de su cara, y su comentario: “Tienes que hacerlo, no puedo describirlo”.

Lo siento, no lo pude evitar.

Al principio solo se siente el gran deseo de hacerlo. Te pesan para elegir la goma. Te ponen las cinchas con los arneses y pasas a la plataforma. Parece mentira el abrupto cambio de sensaciones cuando estás al otro lado de la barandilla. Cambiar enganches, ponerte las rudimentarias protecciones en los tobillos. Te fotografían, te filman, te levantas, explicaciones varias, te das la vuelta y puuufffffffff, todo el avismo para ti solita, ahí, a un paso. Da canguelo, pero no sabes lo que es. Yo me sentía como en un enorme trampolín de piscina, con la evidente incertidumbre pero segura y confiada.

Te colocan la cabeza alta mientras te dicen: “No mires abajo, mira al frente. Disfruta de la naturaleza, es maravillosa, ¿la ves?”

“Si, claro”

“Ok, cabeza alta, mira al frente, sueña y VUELA”

Five, four, three, two, one, cerooooooo!!!

Cuando miras al frente ves el cañón que forma el curso del río, y crees que, por algún desconocido mecanismo, vas a salir volando después del salto.

Me tiré como a la piscina, pero, al segundo, que habría tardado en llegar al agua, o en remontar el vuelo, me dí cuenta. Realmente debo estar chiflada, me he tirado al avismo así, sin más, ¡¡no hay piscina!!. Un millón de sensaciones y pensamientos se atropellan en mi mente.

Creo que el corazón se para un instante, hasta que eliges confiar, porque no te queda otra. Y es el momento de disfrutar. Veo el rio allí abajo, pero se que no llegaré a el. Y me siento endemoniadamente excitada, libre, loca. Y los gritos abordan mis cuerdas vocales sacando de mi interior todo lastre.

111 metros!!! Ciento once metros de caída, uno detrás de otro. Unos 30 segundos que saben a gloria.

Hasta el primer tirón que da la cuerda es una experiencia absolutamente sobrecogedora. Luego ya, desde ese primer parón, hasta que te recogen, es como una atracción de feria. Vertiginoso y apasionante, pero sabes que estás a salvo. Cada nueva caida aumenta la sensación de libertad. Ya puedo sentir las mariposas en la tripa. Me gusta. Me gusta mucho. Quiero más. quiero que esta goma no pare de estirarse y encogerse, y yo no parar de subir y caer de nuevo,para volver a rebotar.

No se si llegaré a Ciudad del Cabo, no se si repetiré allí, lo único que se es que jamás me arrepentiré de haber privado de esta experiencia, que me dejó un par de días de excitación en el cuerpo, y me liberó de gran parte del “lastre” que arrastraba.

Si necesitas una píldora antiestrés, pruébalo, no conozco nada mejor
.

PD: Mamá no te enfades, que era más seguro de lo que parece, en serio.

PD2: En cuanto pueda subir el vídeo actualizo el post para insertarlo.

2 comentarios to “Soltando lastre

  1. Pon alguna foto del viaje, que llevas tres meses por esos mundos de dios y aun no te hemos visto la cara en la aventura..

    Suerte con el resto del viaje

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